Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1889-1890 (Cortes de 1886 a 1890)
Sesión: 16 de diciembre de 1889
Cámara: Congreso de los diputados
Discurso / Réplica: Réplica al Sr. Cos-Gayón
Número y páginas del Diario de Sesiones: 69, 1979-1981
Tema: Causas de la paralización de la discusión de los presupuestos

Me ha de permitir el Sr. Cos-Gayón que me separe un poco de la forma que ha dado a su discurso, porque, en realidad, si yo hubiera de contestar a S.S. como se acostumbra cuando al Gobierno se le dirige una pregunta en forma reglamentaria, como S.S. ofrecía hacerla, claro que no sabría yo cómo contestarle, porque hasta las últimas palabras de S.S. no ha venido la pregunta; si bien es cierto que entonces, en vez de una han aparecido varias, y éstas serán el objeto principal de mi contestación.

Debo, sin embargo, hacerme cargo de algunas de sus indicaciones, no para contradecirlas, que no ha venido S.S. en son de ataque, y claro está que en son de ataque he de contestarle, pero sí para decirle que en todo lo que tiene relación con los hechos que ha referido ha sido exacto; no lo ha sido tanto en lo que se refiere a las apreciaciones que luego ha hecho, y mucho menos ha sido exacto, porque no ha sido justo, en lo que se relaciona con el Gobierno. Porque es verdad que en este período de la legislatura yo no he visto que el partido conservador haya puesto dificultad a la discusión del proyecto de presupuestos (no hablemos de lo que pasó en la última parte de la legislatura anterior, que todo el mundo sabe lo que ocurrió, y a mí me parece que nadie sabe mejor que S.S. que el Gobierno no tuvo la culpa de que entonces no se discutieran); pero dejando esto aparte como cosa pasada, también es verdad, Sr. Cos-Gayón, y no sé por qué no lo ha dicho S.S., que por parte del Gobierno, no solamente no ha habido dificultad ninguna, sino todas las facilidades posibles para que los presupuestos se discutan, empezando por lo que el mismo Sr. Cos-Gayón ha reconocido, que es, porque el Gobierno se ha apresurado más que otras veces a abrir las Cortes, para que más pronto se discutieran; porque el Gobierno los presentó en el acto que se han abierto las Cámaras, y ha sido después tan enérgico y eficaz con los individuos de la Comisión, suplicándoles una y cien veces que en horas extraordinarias hicieran sus trabajos, que la Comisión, deferente con las súplicas y exigencias del Gobierno, y en menos tiempo que otra alguna, ha presentado sobre la mesa los dictámenes del proyecto de presupuestos.

Después, en el acto en que se presentaron, el [1979] Gobierno quiso que se discutieran, y empezaron a discutirse; pero enfermó el Sr. Ministro de Hacienda, y ¡qué hemos de hacerle! Su señoría no tiene la culpa de que el Sr. Ministro haya enfermado; ¡ojalá pudiera S.S. tener la culpa; porque entonces, quiere decir que dependería en algo de S.S. la salud del Sr. Ministro de Hacienda, y en tal caso tengo la seguridad de que estaría disfrutando de ella en este banco! Pero tampoco es culpa del Gobierno, y mucho menos del pobre enfermo, que no quisiera, me parece a mí, estarlo. Pues a pesar de esta enfermedad, se discutió el presupuesto, en cuanto era posible, en ausencia del Sr. Ministro; y como luego, siguiendo el debate, parece que, con razón, había alguien que deseaba que el Sr. Ministro de Hacienda estuviera presente, el Gobierno accedió a que se discutiera mientras tanto podía venir el Ministro (creyendo entonces, con equivocación por desgracia, que podría venir dentro de pocos días); accedió, repito, el Gobierno a que se discutiera el proyecto de sufragio universal, que si no es un proyecto de ley a plazo fijo como el de los presupuestos, para el Gobierno es de tanta necesidad aquella discusión como la de éstos.

A esta sazón el Sr. Cos-Gayón tuvo conmigo una conferencia y me dijo: "El partido conservador desea que los presupuestos se discutan, porque, tratándose de un proyecto de ley a plazo fijo, lo cree de más urgencia que el proyecto de ley del sufragio universal". Yo contesté a S.S.: tiene razón en eso el partido conservador; pero no puede venir el Sr. Ministro de Hacienda; tiene que hacer el resumen de la totalidad de la discusión de los gastos; estamos esperando a que pueda venir para hacerlo, y entretanto estamos discutiendo el proyecto de sufragio universal. Me replicó S.S. con una deferencia que le agradezco; bueno, eso no importa, porque el Sr. Ministro de Hacienda, en lugar de hacer un resumen de la discusión de los gastos y otro de la discusión de los ingresos, cuando se discuta todo el presupuesto de gastos y además la totalidad del presupuesto de ingresos, puede hacer un resumen de todos los presupuestos, el de gastos y el de ingresos, y entretanto se puede ir discutiendo sin el Sr. Ministro de Hacienda. Agradezco a S.S. esa atención, dije, y eso es lo que se hará; al menos por parte del Gobierno no habrá dificultad en que eso se haga.

Deferente yo con el Sr. Cos-Gayón y con el partido conservador, correspondiendo con esa deferencia a la deferencia de S.S., al día siguiente hablé con el Sr. Presidente del Congreso y le dije que, si no tenía inconveniente, volviera a poner a discusión los presupuestos. El Sr. Presidente del Congreso atendió mis indicaciones, y al día siguiente se discutieron la enmienda del Sr. Laiglesia y algunas otras.

Ocurría que había pendiente una interpelación del Sr. Azcárate, a quien tengo que dar gracias por la deferencia que ha tenido en este punto con el Gobierno; interpelación anunciada desde el principio de esta legislatura, sobre los asuntos del Ayuntamiento de Madrid, y el Sr. Azcárate había desistido nada menos que dos veces de explanarla, una vez porque le dije que el Sr. Ministro de la Gobernación no podía asistir a esta Cámara por tener que tomar parte en un debate en el Senado, y otra vez para que se discutiera una ley importante. Dos veces había desistido el Sr. Azcárate de explanar su interpelación; pero cuando vio que nada adelantaba con ello, porque nada se hacía de lo que creía mejor, tuve que decirle: cuando quiera S.S., el Gobierno está dispuesto a contestar su interpelación; y vino la interrupción del debate sobre los presupuestos por el debate sobre los asuntos del Ayuntamiento de Madrid.

Por otra parte, yo he tenido varias conferencias con el Sr. Gamazo, y dadas las observaciones que S.S. piensa hacer, dadas las modificaciones que quiere proponer, el Sr. Gamazo desea, y con razón, tener delante al Sr. Ministro de Hacienda para discutir con él y ver si es posible llegar a un acuerdo sobre algunos puntos que interesan al país en la cuestión económica. En este estado, y no pudiendo presenciar el debate el Sr. Ministro de Hacienda, y acabada la interpelación del Sr. Azcárate, el Gobierno suplicó al Sr. Presidente de la Cámara que para ganar tiempo pusiera a discusión el art. 1° del proyecto de ley de sufragio universal. ¿Qué hay en esto que no sea natural y lógico? ¿Se opone el Gobierno a que se discutan los presupuestos? No.

Pero me dice el Sr. Cos-Gayón que en casos análogos el partido conservador obró de muy distinta manera a como lo hace ahora el Gobierno liberal. Vamos a examinar los casos, y verá S.S. cómo no son iguales.

Se puso malo el Sr. Salaverría ocupando el Ministerio de Hacienda y estando presentados los presupuestos, y estuvo enfermo bastante tiempo; pero llegó un momento en que la enfermedad se agravó. ¿Y qué momento fue aquel? Pues era, Sres. Diputados, el 1° de junio, o muy inmediato a aquella fecha; es decir, cuando no faltaba más que un mes para que los presupuestos fueran discutidos en el Congreso y en el Senado. Pues una de dos: o había Ministro de Hacienda para discutir los presupuestos, o no hubieran podido estar discutidos para el tiempo en que era necesario que empezaran a regir, esto es, para cuando hubiera concluido aquel año económico; y entonces, claro está que no hubo más remedio que buscar sustitución interina o definitiva a aquel Ministro, como habría sucedido ahora si nos hubiéramos encontrado en igual caso o en caso siquiera parecido. Y lo mismo sucedió con el caso del Ministro de Hacienda Sr. Orovio. Estaba la época muy adelantada; apenas había tiempo para discutir con calma los presupuestos, aun sin perder un sólo día, y, como es natural, hubo necesidad de sustituirlo. Pero ahora, Sr. Cos-Gayón, tenemos siete meses por delante; está ya discutida la totalidad de los presupuestos de gastos; se hallan discutidas también algunas cuestiones incidentales, y están todos los dictámenes sobre la mesa. Pues jamás, estando los presupuestos en esa situación, se ha tardado más de un mes en discutirlos.

Puesto que tenemos siete meses todavía por delante, aún nos sobran seis con relación al tiempo que se ha empleado otras veces. No hay, por consiguiente, las prisas de sustituir a un Ministro de Hacienda que no quiere continuar en el Ministerio, que no ha deseado venir, es verdad, pero que cree que es de su deber defender, a ser posible, su propia obra, que ha sido discutida estando él fuera de aquí, y tendría mucho gusto en defenderla, si pudiera hacerlo. Por lo demás, él no tiene interés ninguno, hasta el punto que yo creo que si él la puede defender, si se restablece dentro de poco tiempo, tendría mucho gusto en hacerlo; pero después me parece que no tendrá tanto gusto en continuar desempeñando un Ministerio [1980] donde tantas desazones ha pasado y donde tantos disgustos tiene que sufrir.

Pero, en fin, todo esto se podía haber considerado antes; pero ahora, Sr. Cos-Gayón, no hay más que cinco días hábiles hasta las vacaciones. Podríamos emplearlos en discutir los presupuestos; no hay inconveniente ninguno. Pero ¿cree el Sr. Cos-Gayón que vamos a adelantar algo con esto? Por consiguiente, puesto que no hay mas que cinco días hábiles, y después ha de venir un reposo natural, un espacio de tiempo dedicado a las vacaciones propias de esta época, ocurrirá una de estas dos cosas: o el Ministro de Hacienda se repone para venir aquí a defender su obra, y si se repone, indudablemente vendrá a defenderla; o no se repone, y entonces habrá necesidad de sustituirle, puesto que no hay otro remedio, y el Ministro que le sustituya, o aceptará como suyos los presupuestos actuales, con aquellas modificaciones que crea conveniente introducir en ellos, o los retirara para estudiarlos mejor y presentar otros nuevos con la perentoriedad que el caso exige.

Dicho esto, y no queriendo dar a este incidente parlamentario mayor importancia de la que S.S. le ha dado, ni otro alcance que el que creo descubrir en las palabras de S.S., voy a fijarme en las preguntas de S.S.

La primera consiste en esto: ¿cuál es la causa de que los presupuestos no se discutan? Pues ya lo sabe S.S.: la enfermedad del Sr. Ministro de Hacienda y el deseo de algunos Sres. Diputados, que creen, con razón, que para que los presupuestos se discutan es necesario que se halle presente el Sr. Ministro de Hacienda, y no un Ministro interino, sino aquel que ha de plantear los presupuestos.

Otra pregunta: ¿tiene el Gobierno seguridad de que el Sr. Ministro de Hacienda haya de venir pronto defender su obra? ¡Ah, Sr. Cos-Gayón! el Gobierno tenía seguridad hace algunos días de que podría venir el Sr. Ministro de Hacienda en breve tiempo a defender su obra; pero, desgraciadamente, se ha equivocado, porque aunque está útil para trabajar, como trabaja en su casa y como si estuviera bueno, desgraciadamente no lo está lo bastante para venir aquí a sostener una campaña que ha de ser ruda, que ha de ser penosa, y no tiene más seguridades ahora de la que tuvo entonces. Yo no me atrevo a dar ahora las seguridades que entonces di y que tenía, porque después del desengaño que he sufrido no quiero volver a tener otro.

¿Qué piensa hacer el Gobierno si, en efecto, el señor Ministro de Hacienda no puede venir? Pues ya lo he dicho: si no puede venir, habrá que buscar quien le sustituya, y entonces, naturalmente, el que sea nombrado Ministro verá si puede aceptar los presupuestos tal como están presentados, o los modificará con arreglo a su manera de ver la cuestión de Hacienda, y discutiremos con la urgencia que el caso requiere.

¿Qué va a suceder por último? Pues voy a decirle a S.S. que no va a pasar nada de particular; porque viene eso, sucede eso, y se discuten los presupuestos, que tiempo hay para discutirlos. ¿Pero es que no lo habrá? ¿Es que cree S.S. que puede haber un momento (aun cuando no se discutan los presupuestos tan rápidamente como quiere S.S.) en que la prerrogativa Regia esté verdaderamente secuestrada? Pues yo le digo a S.S. que este caso no ha de llegar. Porque, ¿qué puede suceder? ¿Que mañana S. M. la Reina haga uso de su libérrima prerrogativa y llame al partido conservador? Pues todavía el partido conservador tiene tiempo para discutir los presupuestos, porque los puede presentar antes que haya pasado la mayor parte del año. ¿Pero es que no es mañana y es dentro de un mes o de dos? Pues el partido conservador no tiene que buscar el tiempo para presentar los presupuestos; basta con que cuente, como debe contar, con el patriotismo del partido liberal; y como en absoluto el partido liberal no ha de permitir que por nada ni por nadie este un momento siquiera embarazada la prerrogativa Regia, si el partido conservador no tuviera tiempo bastante para reunir sus Cortes y hacer su presupuesto, aquí está el partido liberal que le aprobara en el acto los presupuestos y sin dificultad de ninguna especie. (Muestras de aprobación).

No hay, pues, complicaciones de ninguna especie, no hay dificultades de ningún género; la prerrogativa Regia estará siempre libre, absolutamente libre, para que la emplee S. M., si lo cree conveniente a los intereses del país, en favor del partido conservador o de cualquier otro partido, para que la siga dispensando al partido liberal.

Y como yo creo que el Sr. Cos-Gayón no ha querido dar más alcance a sus preguntas o a sus observaciones, yo nada más tengo que contestar, creyendo haber satisfecho a S.S.; y si en algo estima que no le he satisfecho, espero que me haga las indicaciones que juzgue convenientes, y yo tendré mucho gusto en contestarle tan cumplidamente como desea. [1981]



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